jueves, 30 de abril de 2015

Ecos de una cámara hueca

En política hay un sitio referencial. A nivel nacional se le conoce como Parlamento y a nivel regional, en el caso de Murcia, como Asamblea. Llamados también ‘cámaras’, son los lugares en donde los políticos representan a los ciudadanos, responsabilidad propia de un diputado. El concepto les debe parecer complejo y, lejos de ello, convierten su posición en un privilegio. Así lo sospeché siempre. Y así lo entendí no hace mucho, al asistir al debate sobre la Proposición de Ley de la Vivienda de la Región de Murcia.

No fue más que un ejemplo cualquiera de la distorsión que sufre la política. Alberto Garzón, joven político de IU, ha confesado alguna vez su decepción al toparse con la realidad de los debates parlamentarios. Esos espacios, que deberían ser para charlar y discutir, para escuchar y ser escuchado, confrontando ideas, solo ofrecen una escenificación de patio de colegio. Cada bando se adjudica el papel de buenos y deja el de malos al oponente.

El punto de partida vicia el desarrollo. En los discursos no hay contenido, así que no se pasa del monólogo. La actividad parlamentaria queda reducida a un acto mecánico. Si unos “no piensan en los ciudadanos” los otros son unos “demagógicos”. Es la política del enfrentamiento. Se prefiere vencer a convencer.

Lo que se votó en mi visita es lo de menos porque los políticos se encargan de que así sea. Las intervenciones no se adaptan a la cuestión tratada, sino que es esta la que se adapta a intervenciones repetitivas y prefabricadas. Se habla sin decir nada. Los papeles están repartidos y las decisiones, tomadas. Hay gente, pero no ideas. La cámara, sin contenido, queda hueca, y las voces solo son ecos.

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